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Para limpiar el aire, mira bajo las olas

una ola en el océano

No es un secreto que necesitamos hacer algo con el cambio climático. Los objetivos acordados por la mayoría de los países en el Acuerdo de París no se están cumpliendo, y, para combatir el cambio climático, se necesita algo más que coches eléctricos y veganismo.

Además de minimizar las emisiones en la fuente, la humanidad necesita eliminar el carbono atmosférico que se ha acumulado a lo largo de los siglos desde la Revolución Industrial.

Imagen de una planta industrial emitiendo CO2

La eliminación de dióxido de carbono (CDR: Carbon Dioxide Removal) puede mejorar la atmósfera a través de procesos naturales y artificiales, o mejor aún, de ambos, pero hay que empezar a ayudar a nuestro planeta a capturar y almacenar dióxido de carbono antes de que llegue a la atmósfera, ya que nos hemos encargado de que no pueda hacerlo por sí solo. 

Un fenómeno novedoso es el CDR oceánico, el campo de investigación y desarrollo de tecnología que ayuda y acelera los procesos de sumidero de carbono natural del océano. Desde el ámbito científico inciden en que la tecnología oceánica está lista para desempeñar un papel crucial en esa ayuda extra.

La tecnología al servicio del planeta, como debe ser.

De acuerdo con la National Academy of Sciences, Engineering and Medicine (NASEM), actualmente existen varias técnicas para la transformación y/o captura de dióxido de carbono que ayudarían a mitigar esa subida de temperatura que, se calcula, llegará a 2 grados centígrados de media en 2050.

Aunque todas estas técnicas necesitan de más amplia investigación para mejorarlas, hay una muy interesante a nivel tecnológico: el afloramiento artificial. 

El afloramiento es un fenómeno oceanográfico que consiste en el desplazamiento de masas de agua desde niveles profundos (fría y rica en nutrientes) hacia la superficie. Estos nutrientes son utilizados por el fitoplancton, junto con CO2 disuelto y energía solar, para su fotosíntesis. 

Este fitoplancton, casi imperceptible al ojo, a no ser que esté en inmensas cantidades, es la base de la cadena alimentaria marina y el mayor encargado de la absorción de CO2. Tal es su importancia que entre el 50%-80% del oxígeno liberado proviene de ahí. 

Debido al aumento de la temperatura y a la lentitud del bombeo biológico, este proceso vital para el ecosistema marino y para la disminución del cambio climático, ocurre en su justa medida. Es ahí donde los avances en tecnología oceánica se aplican con la construcción de una bomba artificial.

La bomba en sí consta de tres partes: una boya en la superficie del océano, con una salida de 5 metros bajo la superficie, conectada a un tubo de 500 metros de largo por 1,9 metros de diámetro que tiene una válvula unidireccional que alimenta el tubo con agua de mar, y ayuda a mantener la bomba vertical en el océano.

Cuando la boya cae en una ola, la válvula unidireccional inferior se abre permitiendo que el agua fría y rica en nutrientes del fondo entre. Cuando la boya se eleva en la ola, la válvula de fondo se cierra, y el agua en el tubo sube hasta llegar a la superficie. 

La boya también está equipada con instrumentación científica para recopilar datos como la temperatura, altura de las olas, medidores de tensión, localización GPS, concentración de fitoplancton y, por si os parece poco, el algoritmo modela el crecimiento del fitoplancton durante las siguientes 48 horas.

Los avances tecnológicos se dan en todos los campos que podáis imaginar. La tecnología aplicada a la oceanografía nos puede ayudar a que, dentro de muchos años, podamos seguir disfrutando de este planeta.

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